VACACIONES EN FAMILIA

Irse de vacaciones con niños pequeños es más complicado de lo que parece

Vacaciones en familia. Qué bonito ¿verdad? Lo sería, claro, si los que tenemos niños pequeños tuviéramos realmente ofertas vacacionales que no fueran una chapuza.

Para ponernos en situación, familia de tres o cuatro miembros con hijos pequeños, menores de cinco años. ¿Dónde vamos? Tiene que ser un sitio en el que los niños puedan estar entretenidos, puedan descansar cuando les sea necesario, comer en los horarios adecuados para ellos y tener algo que pueda resultar interesante, relajante, estimulante… para los padres. Os lo pongo complicado ¿eh? Pues ese es nuestro caso.

Con un peke de tres añitos, los parques temáticos, en general, descartados. Una pasta para entrar y muy pocas cositas para ellos, al final se malgasta el dinero. Visita de ciudades descartadas, demasiado pesado para un niño tan pequeño (apunto que es imposible ya sentarlo en un carrito, por lo que se cansa y no puede dormir cuando lo necesita, y creedme que lo necesita), tampoco lo de la comida lo tienes garantizado, porque tienes que econtrar un sitio donde haya comida apta para niños, que es otra odisea que otro día abordaremos. Hoteles, demasiado aburridos si te vas más de dos o tres días. La piscina está bien un ratito, pero en pocos minutos ya está tiritando y hay que sacarlo, con lo que lo tienes de nuevo aburrido; los programas de animación de los hoteles son bastante limitados para niños tan pequeños y ni hablar de visitar el spa del hotel, no se admiten niños… ¿Qué más nos queda? ¿Camping? No lo he probado y podría ser una opción aventurera, pero en Mallorca también es complicado ahora mismo ir de camping, los pocos que conozco están en Menorca e Ibiza.

Después de darle muchas vueltas elegimos posiblemente la que suena como la más hortera de todas, un pensión completa en un apartamento en Marina d’Or. Sí, reiros, pero estábamos desesperados.

Sin saberlo, fuimos en temporada media (acostumbrados a las temporadas turísticas de Baleares pensábamos que se trataba de temporada alta) por lo que apenas había gente. Diréis, qué suerte, sin masificación. Pues sí, hubiera sido una suerte de no ser porque muchos de los parques que te anuncian o estaban cerrados o abrían en días y horarios muy concretos, con lo que nos quedaron muchos ratos libres en los que no sabíamos qué hacer. Ahora bien, hemos dormido más que nunca… mejor que no hacer nada… Respecto al apartamento, genial, libertad total de movimientos y horarios y unas buenas instalaciones y muy cuidadas. Vamos que era nuevito. Además, pudimos ir al spa. En él pueden entrar niños a partir de 5 años y para los menores hay un servicio de guardería (previo pago) pero con los mismos horarios que el spa. Todo pensado.

Por lo demás, más o menos bien, la comida en general mejorable, pero un buen concepto aunque no del todo bien desarrollado.

Esta es nuestra aventura vacacional. ¿Alguien tiene alternativas viables?

Por: Irene

¿POR QUÉ NO SER SIEMPRE MEJORES?

Nuestros hijos sacan lo mejor de nosotros ¿por qué no ser siempre así?

Llevo un tiempo queriendo compartir una reflexión, quizás sea absurda o no, profunda o no tan superficial…
Cuando miro a mi hija dormida en mis brazos. Cuando se muere de la risa porque le hago la croqueta en la cama. Cuando me enseña esos dos dientecillos de ratoncita que tiene y me abraza, besa y acaricia, cuando ha hecho alguna travesura o esta a punto de hacerla; cuando se asusta y corre a mis brazos y todos sus miedos se desvanecen… Entonces pienso que el mundo desde que Olivia existe es un lugar mejor, que los días valen más la pena que nunca, que quiero ser mejor para ella.

Ella despierta sentimientos que pensé que ya no se podían sentir o esos que nunca sentiste, que te hacen bailar, cantar en cualquier lugar sin importar quien haya.

Éste sentimiento de ser más puro, mas auténtico, mas accesible, más amable, más real de verdad como debería ser. Así me siento cuando estoy con mi hija o con sus amiguitos bebés.

Entonces pienso ¿por qué los adultos no somos entre nosotros como somos con los niños? ¿Por qué no mostramos nuestro mejor yo? ¿Por qué no queremos ser la mejor versión de nosotros mismos todo el tiempo?

Mi reflexión: quizás si fuéramos así no habría guerras, hambre, dolor, injusticia… Y muchas cosas más feas, no existirían si quisiéramos a los demás así como queremos a nuestros hijos.

Por: Rosario

¿ES NECESARIO VER EL VÍDEO DE UN ALUMBRAMIENTO?

Ésta fue la actividad de mi tercera clase de preparación al parto

¿Es necesario ver el vídeo de un alumbramiento en las clases de preparación al parto? Tras mi experiencia y viendo las caras de mis compañeras, llego a la conclusión de que no. En general, a las 20 que estábamos allí nos impactó bastante la imagen y eso que la mujer dio a luz sedada, le habían administrado epidural, por lo que en su cara se veía perfectamente reflejado que no estaba sufriendo. Eso debería habernos bastado para tomarnos con más naturalidad lo que nosotras vamos a vivir dentro de pocas semanas, pero no fue así.

Yo he decidido no informarme en exceso sobre el embarazo y, menos aún, sobre el proceso de parto. Tampoco he leído mucho sobre cuidados de bebés (siempre he creído que la intuición me ayudará y que, cuando me den la baja laboral, podré tener tiempo para empaparme de cómo hacerlo). Por eso mi interés en asistir a las clases de preparación al parto, pensando que en ellas me darían un tutorial rápido de lo básico para desenvolverme como gestante y posteriormente como madre primeriza (cómo empujar, cómo pegar el bebé a la teta y primeros cuidados del  recién nacido). Nunca pensé que eso me llevaría a ver un vídeo de unos 30 minutos en el que se veía explícitamente todo: primero pujando según las órdenes de la matrona, luego haciendo un esfuerzo para que la cabeza saliera, posteriormente siendo sometida a una episiotomía sin ser consultada, orinando por una sonda y, por último, expulsando la placenta.

En este sentido, lo que más impactó fue ver que la episiotomía la hicieron sin consultar y con unas tijeras (de podar, diría yo por el tamaño) y no con un bisturí. También, ver que el niño salía violáceo (según explicó la matrona, es lo mejor que puede ocurrir, porque significa que está sano), observar cómo se abría el canal de parto para que cupiera la cabeza del bebé y, por supuesto, que te pongan una sonda para que hagas pis. Bajo mi punto de vista, el vídeo sobró, porque cuando llegué a mi casa estaba en shock y muerta de miedo, aterrorizada ante lo que me espera. No conforme con esta imagen y con estos pensamientos, me metí en el mundo Youtube en busca de un vídeo llamado “parto natural en un río”, por recomendación de una amiga, que me dijo que era muy bonito y que cambiaría mi forma de ver el parto. No sólo cambió mi forma de ver el parto, sino que me pareció que la señora y sus acompañantes están locos, con todos mis respetos, porque una cosa es querer parir de manera natural, sin acudir a un hospital y sin ningún tipo de sedación, y otra muy distinta dar a luz desnuda, caminando sobre unas piedras y lavando al niño con agua de río (menos mal que el parto no se complicó y el niño nació en perfectas en condiciones).

Tras estas dos experiencias, tengo que decir que a mi matrona le gusta mortificarnos, porque en la próxima sesión nos pondrá un vídeo de un alumbramiento en hospital y sin sedación. Miedo me está dado ya mi reacción. Quizás, en esta tercera ocasión me lo tome con más naturalidad y esta vez sí, me ayude a digerir lo que yo voy a vivir dentro de unas pocas semanas.

Por: Carolina

¿QUÉ ME PASA?

Ser madre es un trabajo que dura las 24 horas. Como en todos los trabajos, las vacaciones son necesarias

Estoy agotada, física y emocionalmente agotada. Cada día que pasa es un reto. Necesito vacaciones de todo, una retirada espititual. Cargar pilas de nuevo.

Llevo prácticamente tres años a un ritmo trepidante. Trabajo, casa, marido y, sobre todo, niño. Las vacaciones no son realmente vacaciones porque me toca cuidar de mi hijo, mi retoño, que a parte de muy desobediente roza la hiperactividad. Y ésto la gente no lo entiende. Estoy cansada de oir que es un amor, pero hay amores que matan.

Me llaman histérica y me ponen cara de susto cuando les digo que necesito alejarme de él, que me consume, que estoy agotada de pelear. Todo con él es una pelea, desde levantarse de la cama hasta acostarse. Rebeldía en estado puro y como consecuencia, ganas de llorar.

Ya empezó mal nuestra relación, desde el primer momento me lo hizo todo cuesta arriba, cesárea, cinco días sin leche con un bebé hambriento a mi lado, problemas con la lactancia natural, tsunamis de caca en cada comida (sí, tsunamis, del tobillo hasta la nuca, cada tres horas), apego extremo, rabietas constantes… y ahora retarte hasta el extremo, hasta que acabas perdiendo la paciencia y desquiciándote, y tu depósito de amor incondicional se va vaciando, poco a poco.

¿Soy una mala madre? No lo se, lo único que se es que necesito perspectiva, una bocanada de aire fresco, porque me asfixio. En éstos momentos ya no puedo respirar.

Vuelve a estar enfermo y tiemblo sólo de pensar en que durante un par de días tendré que estar las 24h con él, sin la tregua de la guardería. Y en unos meses vacaciones, eso sí va a ser duro.

En fin, intentaré, aunque sea una horita cada día, ir a dar un paseo sin él, sin nadie, y volver a respirar.

 

Por: Irene

NO ME FÍO DE MI GINECÓLOGA

A veces es necesaria una segunda opinión médica

La confianza es esencial en la relación médico-paciente. Ya estoy en la semana 27 de embarazo y, además de ir a la Seguridad Social, donde me ha tocado una matrona excelente y una tocóloga fabulosa, asisto mensualmente a consulta con mi ginecóloga de siempre por el seguro privado. Ha sido justo en el final del segundo trimestre cuando me he decidido a dejarla y marcharme a consulta a la clínica en la que, a priori, quiero da a luz. Los motivos han sido varios, pero el principal no es otro que la pérdida de confianza en su profesionalidad.  Comenzaré por el principio, a modo de crónica, de las cuestiones que me han empujado a tomar esta decisión.

Dos semanas antes de hacerme el test doméstico de embarazo, fui  a consulta con ella (llevaba varios años sin hacerme revisión y ya tocaba). Me detectó varios miomas: primero me dijo que le parecía ver cuatro, pero que realmente eran tres. Mi cara cambió completamente: ¿qué eran los miomas?, ¿era algo maligno o benigno? Ella me dijo que no me preocupara, que los vigilaríamos y me insistió en que no tenía de qué preocuparme. Esa fue su explicación, a la que añadió cinco folios con información para que me la leyera en casa (yo estaba en shock con la noticia, así que no le di mayor importancia a su escaso interés por explicarme y tranquilizarme en la consulta). En esta visita también me preguntó si estábamos buscando un bebé y yo le dije que lo estábamos pensando y que el mes anterior habíamos retirado la protección. Me recomendó tomar yodo a diario, para favorecer el buen desarrollo neurológico del bebé, me mandó a hacerme unos análisis y me explicó que, por regla general, se tarda entre un año y año y medio en conseguir concebir. Dos semanas después, descubrí que el supuesto cuarto mioma que a ella le pareció ver era mi bebé.

Vuelvo a consulta y me realiza la primera ecografía y confirma que tengo 6 semanas de embarazo. En esta ocasión, ella me habla de que tengo que realizarme la prueba del triple screening o cribado  y me recomienda varias clínicas de obstetricia a las que acudir, ya que en su consulta no realizan este tipo de prueba. Sin embargo, y teniendo en cuenta que estamos en navidad,  “sería un buen regalo” no someterse a esta prueba farragosa y optar por el análisis genético del ADN, que consiste tan sólo en extraer sangre, me dijo. Me explicó que tiene una fiabilidad del 99% y que con él se detecta el síndrome de Down, de Edwards y de Patau. “Es un gran regalo, el mejor para estas fechas, y lo hacemos en nuestro laboratorio. Sólo tienen que pedir hora y en dos semanas tenemos aquí los resultados y podemos saber, además, si esperan niño o niña”. “El gran regalo”, que lo es (es una prueba muy fiable, que evita cometerse a una amniocentesis), costaba nada más y nada menos que 720 €. En un primer momento, y viendo que ella nos lo recomendaba con insistencia, diciendo que si nos lo podíamos permitir, era poco más que un error no hacérnoslo, optamos por pedir hora. Pasaron los días, nos fuimos informando de qué diferencias existían entre una y otra prueba  y llegó el momento de hacernos la prueba del triple screening en la Seguridad y Social y por el privado.  Viendo que en ambas todo salía correcto, decidimos no hacer el análisis del ADN y anular la hora que habíamos solicitado.

En la siguiente cita, la tocóloga nos pidió los resultados del análisis y no del triple screening. Yo le di lo que tenía, los resultados del cribado del primer trimestre de la semana 12. En ese momento, ella nos dijo: “¿Pero dónde están los resultados del análisis de ADN?” Nosotros le contestamos que no nos lo habíamos hecho y ella, volvió a insistir en que sí y que le diéramos esos resultados (supongo que en su ordenador le saltó la cita que habíamos pedido para hacernos la prueba), posteriormente cogió los resultados que le llevamos y nos dijo que todo era correcto. En esta cita ni en la anterior, yo no caí en la insistencia de ella con respecto a este tema, pero mi marido sí (sabe más el diablo por viejo, que por diablo). Me dijo que por qué no me cambiaba de ginecóloga, que una amiga común le había comentado que ella había dejado a esta doctora y se había marchado a otro, porque no le terminaba de llenar  y porque no atendía en el parto. Yo deseché su propuesta (¿Quién era él para meterse en mis decisiones?, ¿cómo voy a dejar a la ginecóloga que me ha llevado desde que tenía 19 años?).

En las siguientes citas me atendió con normalidad y no noté nada raro. Sólo me molestaba su poca comprensión con mi aumento “exagerado de peso”, como ella misma lo definió (aquí tienen el artículo de Mamukhys en el que se habla sobre ello: https://mamukhys.wordpress.com/2015/03/30/hecatombe-mi-peso-se-ha-disparado/). Pocos días antes de la última consulta, quedé a tomar algo con una amiga. Ella iba a esa ginecóloga y decidió pedir una segunda opinión. Mi amiga y su marido llevaban mucho tiempo buscando un bebé y este no llegaba. La ginecóloga le detectó una serie de problemas, entre ellos miomas, como a mí y le dio los famosos cinco folios para que se los leyera en casa. Le dijo que no tenían mayor importancia y que sometiéndose a un tratamiento de fertilidad, lograría quedarse embarazada sin problemas y mi amiga, como es lógico (los médicos siempre recetan lo mejor para el paciente), la creyó. Pasó el tiempo y decidió pedir una segunda opinión, y es aquí donde se da cuenta de que tiene un problema con sus miomas y su útero y que si no se resuelve y se trata adecuadamente, muy difícilmente podrá concebir. Ante este vuelco de opinión, ella le dice a su nuevo médico lo que le había dicho nuestra ginecóloga (sin decir en ningún momento su nombre) y él, muy serio le dijo: “Hay profesionales a los que sólo les interesa sacar dinero”.

Tras oír esto, fui corriendo a contárselo a una compañera de trabajo que también acudía a consulta con esta mujer (ella estuvo de baja varias semanas tras someterse a una cirugía en su aparato reproductor) y le conté lo que le había sucedido a esta amiga, a lo que ella me contestó que también pidió una segunda opinión: “Gracias a eso, me operé y ahora puedo decir que todo está bien. Ella no me recomendaba cirugía. Menos mal que fui a otro lado, porque, quizás, no estaría contándotelo”.

No podía creer lo que  me estaban contando. Esta mujer no ha estado haciendo lo mejor para sus pacientes, ha estado intentando lucrarse de los problemas médicos que presentan las mujeres que acuden a su consulta. Después de esta experiencia, he aprendido que no está de más una segunda opinión y he dado gracias a que he estado siendo asistida también por profesionales de la Seguridad Social y que hasta ahora todo está en orden.

Por: Carolina

CUANDO LA MATERNIDAD TE SUPERA

A veces las responsabilidades y exigencias de la maternidad acaban poniéndote al límite de tus capacidades físicas y emocionales

La maternidad no sólo no es fácil, sino que está demasiado idealizada. La dificultad de ser madre es algo que te comentan cuando te quedas embarazada, pero con tantos mensajes del tipo “tener a mi hijo ha sido lo más maravilloso de éste mundo”, “es lo mejor que he podido hacer”, “no lo cambiaría por nada”, “no te sientes realmente realizada hasta que tienes un hijo”… pues llega un momento que te acabas confundiendo y te crees que será algo llevadero.

¿Qué pasa cuando eso no es así? ¿Qué ocurre si tu vida como madre no tiene nada que ver con lo que esperabas y realmente no te gusta? No puedes devolver al niño, ya sabéis “no se aceptan cambios ni devoluciones”.

No quiero que nadie me malinterprete, amo a mi hijo, pero cada día con él es una batalla y, normalmente, acaba superándome. En ocasiones, demasiadas, deseo arrojar la toalla, alejarme de todo y descansar, o vivir…

Entiendo que hay niños de todo tipo, igual que hay madres de todo tipo, pero a veces el carácter de la madre y el del hijo no son del todo compatibles. Es algo que no se elige, que viene como viene y con lo que ambos deberán lidiar el resto de sus vidas.

Mi hijo es un amor, todo el mundo lo dice. Es verdad, es un niño espabilado, muy cariñoso, simpático y sociable y en ocasiones incluso gracioso. Eso es lo que ve la gente, con la que está solamente un ratito. Pero también es un niño híper dependiente de mi (y que conste que siempre fomento su independencia, pero no hay manera, lo tengo literalmente pegado desde que se levanta hasta que se acuesta), desobediente (y no sólo no es que pase de mi cuando le digo las cosas, sino que hace justo lo contrario sólo para desafiarme, y se lo ves en la cara cuando va a hacer la trastada. Esa mirada fría que dice: ahora verás), muy nervioso, ansioso, y que da igual las veces que lo corrijas, que lo pongas a pensar o que lo castigues sin aquello que más le apetezca en ése momento, a los dos minutos se ha olvidado de todo y volvemos a empezar con la batallita. Éste maravilloso cóctel, día tras día, resulta de lo más agotador, tanto física como emocionalmente.

La carga que llevamos las madres sólo la conocemos realmente nosotras. La responsabilidad, la preocupación, la extenuación diaria, el colapso emocional… ¿y con quién podemos hablar de ello? Con nadie.

Mi hijo va a cumplir tres años y aún arrastro la depresión post parto. Hay días que estoy bien, pero hay otros que no tengo ganas ni de levantarme de la cama. En éste tiempo, las pocas veces que se me ha ocurrido comentar que no me encontraba bien con mi nueva vida, las palabras más amables que me han dedicado han sido “es que eres una exagerada”, “te pones nerviosa por nada, no tienes paciencia”, “no se por qué dices eso, si tienes un hijo maravilloso”… y similares. A nadie se le ha ocurrido decir “¿Estás agobiada? ¿Por qué no me lo dejas una tarde y te dedicas ése tiempo a ti misma?”, “¿Qué necesitas para sentirte mejor?”, “¿Te puedo ayudar en algo?” o un simplemente “Sí, es agotador, no te sientas mal por estar colapsada. Todas hemos pasado por eso. Yo te apoyo. Si contar lo que sientes te ayuda, yo te escucho”.

No es tan difícil ¿no?Lo que me parece más sorprendente es que otras madres, como tú, que posiblemente en muchas ocasiones se han sentido igual que tú, son las primeras que te ponen mala cara y te juzgan. Deberían ser empáticas, pero no, son las que te hacen sentir peor. Muchas alardean de lo maravillosa que es su vida de madre, con su hij@ perfect@, su vida perfecta y su estado emocional perfecto. Señoras, permítanme dudarlo. Todas, delante de los demás queremos tener al mejor hijo, pero todas sabemos que los niños tienden a ser rebeldes, aunque sea en ocasiones y que compaginar la educación y el cuidado de tus hijos con el trabajo y el hogar puede llegar a ser muy estresante. No me puedo creer que todo siempre sea perfecto, habrá momentos en los que también se sientan desfallecer.

Por eso hago un llamamiento a las madres, padres, familiares y amigos de otras mamás. No sean crueles, la maternidad tiene derecho a superarnos. No nos hagan sentir mal, no nos tilden de malas madres. Permítannos expresarnos cuando estemos al borde de la desesperación. No nos juzguen, no saben cómo nos sentimos realmente ni por qué y, sobre todo, si nos tienen alguna estima, dennos apoyo. A veces un poco de empatía cura más depresiones que todos los antidepresivos del mundo.

Por: Irene

EL NIÑO NO SE DA LA VUELTA

¿Seré yo de ése porcentaje de mujeres a las que el niño les viene «de culo»?

“Todavía hay tiempo”. Sí, aún quedan semanas por delante para que se coloque y aún más para dar a luz, pero no me sirve de consuelo que me digan: “Todavía hay tiempo” para que el niño se dé la vuelta. En las dos últimas ecografías que me he hecho el peque aparece sentado. La primera fue entrando en los cinco meses de embarazo y la segunda, un mes después. En los dos casos el niño estaba sentado. La tocóloga me dijo: “Hay tiempo hasta la semana 30 para que se dé la vuelta”, pero el tiempo pasa y el niño continúa sin poner la cabeza dónde debe (a mí me gustaría parir vaginalmente y no tener que someterme a una cesárea).

Aunque soy positiva, no puedo evitar preocuparme. ¿Soy de ese pequeño porcentaje, el 4%, en el que el feto está en posición podálica y no cefálica? Desde hace semanas esa pregunta ronda mi cabeza continuamente, así que he intentado, algo agnóstica he de reconocer, llevar a cabo una serie de recomendaciones que me han hecho a lo largo de todo este tiempo, en vista de que los dos últimos meses el bebé ha estado sentado.

La primera recomendación fue de una amiga, que ha sido recientemente mamá y que está metida de lleno en el mundo del yoga. Me sugirió una postura o asana, como se les denomina, llamada gato (o yo he decidido llamarla así), que consiste en ponerse a cuatro patas y  encorvar la espalda de manera convexa, como si fuera un felino que se crispa al ver a un perro.

La segunda recomendación provino de Internet. También consiste en hacer una postura que ayuda a reforzar el suelo pélvico y que se utiliza mucho en el método pilates.  Hay que tumbarse sobre el suelo, doblar las extremidades inferiores y elevar la pelvis, manteniendo esta postura todo el tiempo que sea posible ( a mí me duele la tripa, por lo que soy incapaz de aguantar más de 15 segundos en esa posición).

La tercera recomendación vino de un compañero de trabajo cuyo hobby es estudiar medicina y técnicas orientales. Me explicó que me sentara y que diera calor con los dedos de la mano a los meñiques durante 10 minutos una vez a la semana.

La cuarta recomendación me la dio la matrona de la seguridad social: “Háblale y así lo motivos y ayudas a dar a la vuelta”.

Todas y cada una estas recomendaciones las he estado llevando a cabo, veremos si en la próxima ecografía el bebé ya se ha colocado en posición cefálica y puedo decir que estas recetas funcionan.

Por: Carolina

EL PORTABEBÉ, ¿UN NEGOCIO?

En muchas ocasiones la palabra «bebé» se convierte en un negocio

Cuando descubrí la existencia de los portabebés, decidí enseguida que quería uno. Me parecía cómodo para transportar al niño, así que me puse manos a la obra y empecé a indagar sobre cuál era la mejor marca. En Internet descubrí que había mochilas, fulares, marsupios y bandoleras, todo un mundo para elegir y, por supuesto, todo un negocio a su alrededor.

Yo no soy nada ducha en esto de la maternidad ni en sus preparativos, a día de hoy aún no he comprado nada para el peque y a su habitación aún le faltan todos los muebles, por lo que imaginarán que mi experiencia en esto de los portabebés es nula. Yo empecé de cero: primero buscando información en la red, leyendo artículos, blogs y haciendo comparativas de productos. Posteriormente, preguntando a mamás que los usan (por supuesto, cada una de ellas me recomendó una marca diferente y un producto distinto, todas me explicaron cuáles eran los beneficios de los que ellas habían escogido).

Una vez decidí que quería una mochila portabebés y una marca determinada, me di cuenta de que alrededor del mundo del portabebés hay todo un negocio montado, no sólo ya por el precio, que me parece excesivo (las mochilas que yo miré oscilaban entre los 110 y 150 euros: me refiero a las marcas Emeibaby, Boba, Ergobaby, etc…), sino también por todos los talleres y cursos que genera su uso y que se ofertan para que aprendas a usarlos. Nunca pensé que un producto infantil necesitara, además del manual de instrucciones, un curso de formación específico para saber utilizarlo. En estos talleres te enseñan a usarlos correctamente, te asesoran si no te has decidido a comprar uno u otro producto y, además, te explican los beneficios que conlleva el porteo.

Sin acritud, en este sentido, entiendo que, quizás, para utilizar un fular se necesite asesoramiento, pero creo que éste te lo debe ofrecer la tienda en la que lo compras y no cobrarte por ello. Respeto a las personas que imparten este tipo de talleres para enseñarte a portear, sin embargo, opino que pagar para que te expliquen los beneficios del porteo y cómo colocar al bebé en la mochila es un gasto innecesario. Basta con entrar en google y teclar “beneficios del porteo” y ya te sale toda la información. Asimismo, si se curiosea por Youtube se encontrarán multitud de vídeos en los que te explican las técnicas para portear con fulares, mochilas, marsupios y bandoleras. Por ello creo que es un gasto innecesario.

En relación al precio de los portabebés, ¿tanto cuesta realmente un producto para un niño? No soy una experta y no quiero pecar, pero ¿durante cuánto tiempo lo han utilizado? La mayoría de la gente con la que he hablado ni siquiera ha llegado a usarlo durante el primer año de vida de su hijo, lo que me lleva a pensar que invertir 150 euros en un portabebés también es otro gasto que, optando por marcas menos conocidas (que las hay a buen precio y también ergonómicas),  puede bajar considerablemente, ayudando a nuestra estrecha economía.

¿Por qué tipo de porteo optaron ustedes?, ¿qué marca escogieron?, ¿cuánto tiempo le dieron uso al portabebé?

Por: Carolina

MALDITA VARICELA…

Las enfermedades de los niños siempre llegan cuando son menos bienvenidas

Hace casi una semana que mi hijo tiene varicela. Pobrecito, lo está pasando fatal, se le ha llenado el cuerpo de pupitas que le pican y encima no puede jugar con otros nenes en el parque, por miedo a contagiarlos. Y él se muere de ganas.

En otras circunstancias pasar una semana en casa con la varicela no habría supuesto ningún tipo de problema, ¡una de tantas! Cada semana o cada quince días tenemos alguna historia: amigdalitis, bronquitis, virus estomacales… ¡todo el repertorio al completo! El problema es cuando te llega una de éstas, de semana entera en casa, en la época del año en la que tienes más trabajo.

Tu nivel de estrés y de frustración por no poder hacer absolutamente nada (él bien se encarga de que no dedique ni un segundo a nada que no sea él, él, él…) aumenta hasta límites insospechados, y mantener el trabajo medianamente al día se convierte en una tarea realmente titánica.

Ahora lo he mandado a dormir la siesta, a regañadientes y peleándonos un poquito, porque cada vez que está enfermo no se por qué, pero se pone de un subidón insoportable, así que si consigo que se duerma, aprovecharé el ratito para ponerme al día con la tonelada de tareas laborales que he dejado aparcadas sin fecha de conclusión.

Así que me retiro hasta que me de otra tregua.

Por: Irene

MIS TACONES

Inyección de autoestima

Llevaba dos meses sin ponerme tacones. Las playeras, las deportivas cuquis, las botas planas y las bailarinas han sido mi calzado “estrella” estas últimas ocho semanas hasta que en el calendario ha aparecido el 15 de abril. Esa fecha siempre ha marcado un antes y un después en mi vida, es el día de mi cumpleaños. Cumplí 33 años y decidí que quería sentirme guapa, así que me puse mis leggings premamá negros (comprados a muy buen precio en H&M, sólo 9,90€), una blusa de punto (comprada en Promod hace 8 años, quien guarda siempre tiene y, si además estira, te sirve de fondo de armario durante el embarazo), una chaqueta rockera negra (que aún me cierra) y mis botines de Sacha London con un tacón del 8. Me vi estupenda, estaba preparada para la llegada de un año más.

Captura de pantalla 2015-04-18 a las 11.36.15Hasta este día, en el que decidí a las 7 de la mañana calzarme estas botas, no me di cuenta de lo importante que es para mí sentirme sexy, mirarme al espejo y verme guapa, y ello pasa, esté o no embarazada, por añadirle a mi look unos tacones, tampoco puede faltar máscara de pestañas. Puede ser superficial, pero es así. Yo me siento mejor con mi aspecto cuando gano altura con mis zapatos. Así que al día siguiente también me puse otros tacones y así pienso seguir hasta que mis pies se hinchen como pelotas (sería una afortunada, si no me sucediera).

Lo cierto es que desterrar el zapato plano me ha liberado. Hasta ahora me había obligado a ponerme calzado de ese tipo, porque me habían dicho que se me hincharían los pies muchísimo, que me dolería la espalda hasta límites insospechados y que las varices invadirían mis piernas. A día de hoy, eso no ha sucedido. También me ha animado a calzarme sobre mis tacones alguna de mis compañeras de piscina (yo las llamo sirenitas de piscina). Una de ellas compró unas sandalias monísimas (una ganga, me dijo) y es prácticamente el calzado estrella de sus pies. Ella tiene 27 semanas de embarazo (dos más que yo) y sus pies parecen dos morcillas. No he podido evitar compararme con ella y tomarla de referencia para buscar una excusa o motivo más para vestir a mis pies con unos tacones.

Por: Carolina